Mi fiel soneto que silente espera
la luz del sol por sobre el cortinado
entre el gris del paisaje destemplado
de una ausente y borrosa primavera.
Sigiloso, me acerca una pradera
de vastos verdes y trigal dorado,
un bosque con su trino depurado,
un arroyo que besa la ladera.
Mi buen soneto me abre la ventana
me muestra el cielo azul, bebo la brisa
y el canto del zorzal en la mañana.
Por esa huella que nunca se ha perdido,
al antiguo soneto enmohecido
lo ilumina el candor de su sonrisa.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.