¡Oh maltrecha,
impura
y desasosegada
llama de la inocencia... !,
que convertís en ceniza
los áridos recuerdos...
desnudados de caricia,
venced...
vuestra impávida
desidia
y prended sublime
en mi corazón
exhausto,
cual si fuese
inmaterial
pavesa...
de desnaturalizado
deseo,
errante y puro.