ABISMOS
Las fauces malditas del sistema
no eligen; apenas si sienten gusto
devorando adeptos y no adeptos,
masticando rientes y conversos,
pues tienen el don impertinente
de ser atragantables.
Hasta el hipócrita desfila por su abismo
cuando postula olvido ante que verbo
y en un instante orgiástico y de oro,
cobarde acalla
la tumba verde, la luz temprana,
y hasta el precario adiós que el limosnero
extravió ayer en nuestra ausencia.