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¡¡¡ LECCIONES PARA APRENDER A VOLAR !!!

 

 

¡¡¡   LECCIONES PARA APRENDER A VOLAR   !!!

 

Yo estoy aquí

para enseñaros a volar

para que despleguéis las alas de la libertad

Estoy convencido que las alturas

podéis remontar.

Os estrevistaréis con el cóndor

en la vastedad de los Andes

él os enseñará la senda

recorrida por vuestros antepasados.

Vais a ver que la América

se encuentra sembrada de cruces

y debajo de ellas siguen aleteando

muchas vidas rotas.

Desde la Patagonia hasta Nicaragua

escucharéis el eco de justicia

lanzado al aire por vuestros hermanos

cuando en pleno vuelo fueron alcanzados

por los picotazos del gavilán carnicero.

Visitaréis las tumbas

de Túpac Amaru y Yupanqui:

¡veréis que allí dejaron el legado! ...

de su bravura tensado en sus arcos

y manifiesto en las flechas.

Haréis un alto en las minas

para que por vosotros mismos comprendáis

dónde nacen los elementos con los cuales

se han levantado las grandes ciudades.

Os quedaréis admirados por el proceso

de extracción del cobre,

estaño,

zinc,

sal,

cal,

petróleo,

cemento,

oro y,

esmeraldas.

La lista se haría interminable.

Lo veréis por vosotros mismos.

Sabréis que aunque la leche la dan la vacas

ésta no la beben todos los niños

pero jamás le falta a los hijos de los amos.

Vais a daros cuenta también

que la mantequilla y el queso

no llegan a todas las mesas cada mañana.

Pero los rayos del sol

sin ninguna discriminación

sí penetran por todas las ventanas.

Entenderéis que quien socava la tierra

para cobrarle el fruto de su esfuerzo:

es el rudo minero,

el campesino humilde,

el hombre obrero.

 Y vais a daros cuenta también

que mientras las grandes señoras

en las aburridas reuniones de sociedad y costurero

hacen relucir sobre sus pechos, brazos y orejas,

las finas piedras y metales;

sobre la piel del pobre

tan sólo hacen su recorrido

las perladas gotas de sudor

que dejan la ardua jornada

y el bronceante sello del sol.

Y es por eso que este mensaje 

es para vosotros y también para mí.

Para vuestros hijos y mis hijos.

Porque no admitiremos mas férulas

y tampoco oportunistas e intrusos.

Dejamos hace rato de ser genuflexos.

Nos hemos dado cuenta que lo penígero

va intrínseco en nuestras mentes y almas.

Podréis ser nuestros amigos

y si lo queréis hermanos...

me refiero a vosotros los que habitáis

Norteamérica y la Penínsual Ibérica,

en fin, los que pobláis la tierra 

en todas sus latitudes.

Pero no toleraremos más intervenciones...

nosotros también hace mucho nos descubrimos

y ya sabemos quiénes somos...

conocemos la sustancia que nos da forma

tanto por dentro como por fuera...

somos los hijos de los Andes

y al igual que pichones de Cóndor y Águila

aprendemos a volar

cualquiera que sea el riesgo,

después que lo hemos logrado:

nada ni nadie podrán detenernos, pues,

del otro lado nos aguarda como premio:

la gema de la libertad.

Entendéis ahora por qué hay que aprender...

el vuelo de la libertad:

Para desalojar a los impostores

propios y extraños...

falsos dueños de la tierra,

porque ésta se hizo grande y fértil

con el sudor y la sangre de vuestro pueblo,

de mi pueblo...

y mañana será extraordinariamente 

mucho más grande, más rica y más fértil...

¡con nuestro sudor y sangre!

con el sudor y la sangre:

¡¡¡   de nuestros hijos   !!!

 

 

JAIME IGNACIO JARAMILLO CORRALES

Condorandino

 

 

 

 

LECCIONES PARA APRENDER A VOLAR

 

 

 

El ámbito poético de Jaime Jaramillo Corrales tiene vastedades universales. Se empina hasta las crestas de los ateridos Andes. Tiene bahías como gigantescos compases abiertos al flujo y reflujo de los sueños y de las ansiedades. Corren por él ríos tumultuosos con caudales como los que arrastra el Amazonas, no menos sinuosos que el Paraná de las llanuras Guaraníes.

 

Porque el acento de sus poemas tiene resonancias Indo Americanas con los dramáticos ecos de las voces de Manco Cápac y Tupac-Amarú.

 

Jaramillo Corrales desparrama mensajes con visos de cobre y consistencia de estaño. Su expresión tiene densidades viscosas de petróleo, brillo deslumbrante de oro y visos deslumbrantes de esmeraldas. Es el lamento de las tierras que agregara al orbe el genovés iluminado. Esta tierra que confunde la sangre aborigen con la de Cortés y de Pizarro. Es él, la expresión prístina de esta porción del globo “sembrada de cruces”, como dice el inspirado poeta.  

 

Todo está en su mensaje: las alturas de infinitud apabullante que coronan la arisca geografía Americana. El aire de libertad que respiran los cobrizos antepasados del Mayab y del Cuzco. Y está también el minero y el campesino y el obrero, y también el soñador y el mismo poeta.

 

Al escuchar sus cantos, imagina uno la ciclópea figura de Walt Whitman testimoniando la ruda fuerza del Nuevo Mundo en el contexto orbital signado por las añejas culturas del Oriente y de Europa.

 

Y sugiere también la silueta monumental de Pablo Neruda, “el más grande de los Pablos”, proyectándose desde Isla Negra hacia los confines de esta parte de la tierra, constituida en faro de esperanza. “El Pablo geográfico de los cuatro puntos cardinales”. Ese lírida inmenso “que perfumó el espacio con sus versos”.

 

Y está también en él, un angustioso grito solidario con los hermanos que sufren y padecen. “Eres tú que habitas en mi interior, hermano. Te amo, hermano”, es la confidencia fraternal que brota del corazón del poeta.

 

Y aunque América podría ser la mítica tierra de los ríos de leche y de miel, la anhelada Arcadia, el poeta se duele porque “la leche no la beben todos los niños” e impreca a los tiranos y a quienes detentan el poder y la riqueza amasados con la fatiga y la miseria de quienes nada tienen.

 

El alma del poeta fue macerada cuando el odio lo aventó al exilio y lo arrancó de las breñas patrias. En el silencio del destierro, entre extrañas resonancias de otras voces y de otros ámbitos, su alma se alimentaba con el recuerdo de sus llanos inmensos, de sus montañas portentosas... de sus ríos rumorosos. “El exilio me enseñó qué es la patria”.

 

En la soledad abrumadora de su distanciamiento, se refugiaba en la evocación de la mujer ideal que tiene cuerpo de continente: “OH, mujer sideral, de ojos estrellados. Es tu pecho un nido de palomas...”. “Tú eres reina del cosmos infinito. Yo, en cambio, soy un desdichado”. “Me dí cuenta que estabas hecha a mi medida... Amémonos así, dimensiónales...”.

 

 

No. No es la locura asombrosa de Rimbaud, ni la oscura melancolía de Baudelaire. Tampoco es la trascripción de la belleza serena de los símiles de Verlaine. Tampoco la elegancia clásica de Valery. Jaramillo Corrales es el grito angustioso y la protesta soberbia. Es una imprecación, pero también, un juramento, la solidaria comunión con el destino de América y con el drama indefinido de sus pueblos.

 

La voz de Jaramillo Corrales llega a los confines del llano ilimitado que cantó Rivera y a la Pampa monótona que guarda resonancias de Güiraldes. Y tiene también el acento citadino de las criaturas de Vargas Llosa y el mágico perfil del mundo Macondiano de García Márquez.

 

Sus poemas dan zancadas cuyas huellas se hunden en el barro de México y en la greda de la Patagonia. Y trepan también al Aconcagua.

 

Sobre la verde felpa de este suelo, rutila una rara gema de trasluces deslumbrantes. Es la lírica varonil de Jaime Jaramillo Corrales que nos entrega en este libro, un destello de su palabra iluminada, un Girón de su alma forjada en la fragua del amor por este terrón esmeraldino que es el continente Americano.

 

 

 

Disfrutémoslo.

 

 

                                               Félix Marín Mejía