Esta es la segunda parte de la historia sobre la pequeña gigante. A nuestros lectores tenemos que recordarles, que ella fue adoptada por una pareja de gigantes y que, habiendo nacido en el país de los enanos, tuvo un milagroso desarrollo, llegando a tener el tamaño y altura de una gigante \"normal\" para su edad. Luego de algunos hechos especiales, la presencia de la niña trajo cambios dramáticos a su país, haciendo que las cosas mejoraran drásticamente.
Y bien, ya habían pasado varios años desde aquel importante acontecimiento. Ya nuestra pequeña había crecido lo suficiente, para ser considerada una adulta dentro de su sociedad. Y era tiempo de realizar el acto público, la presentación de todas las niñas, que dejaban de ser niñas, y se convertían en mujeres, y eso significaba que podían ya ser pretendidas formalmente, o incluso entablar una relación con miras de matrimonio. Como en casi todos los lugares del mundo. Es decir, debían hacer una fiesta.
— No me gusta mucho esto de hacer fiestas —decía nuestra amiga—, es como si fuese yo una mercancía que se pone a la venta al mejor postor.
— Tienes toda la razón, mi pequeña —hablaba así el padre—, pero son las tradiciones, y si no las cumplimos, la sociedad entera no nos mirará muy bien. Ya sabes como suelen ser los padres de todas tus amigas, son bastante criticones al momento de observar incluso como nos vestimos para dormir.
— Y cómo saben ellos lo que vestimos para dormir? —con cierto enojo preguntó nuestra heroína.
— Todo se sabe —intervino la madre, que estaba atenta a la conversación—, siempre la gente se informa de todos los detalles de la vida de los demás, y si no los obtiene, pues los inventa. Y ya sabes como es eso, una mentira que se acepta, llega a ser una verdad.
— No me gusta que sea así, no me gustan muchas cosas de nuestra sociedad —dijo con cierta amargura nuestra amiga—, ustedes son muy amorosos y comprensivos, y toda la gente que conozco es muy gentil. No entiendo cómo puede ser que, bajo otras circunstancias, se comporten de manera tan vil.
— No somos quien para juzgarlos, mi niña —dijo el papá—, también nosotros nos portamos de manera inadecuada muchas veces, y ellos nos aceptan tal como somos, porque somos como una gran manada, que con sus aciertos y errores, cuidamos de nosotros y de los nuestros dentro de nuestro gran hogar...
Ante las sabias palabras del padre, nuestra amiga solo suspiró en silencio, y pensativa miraba hacia la ventana, como queriendo encontrar respuestas a sus interrogantes en las nubes que adornaban el esplendoroso cielo azul de verano.
—Será así en todos los lugares? —casi murmurando se preguntó—, Será así incluso en el lugar de donde vengo?
Luego de una pausa prolongada y un gran suspiro, nuevamente inquirió:
— Quisiera saber si la vida es igual en la tierra de donde vengo, quisiera saber la razón por la que mis padres no me mantuvieron a mi lado, quisiera saber...
Los padres, en silencio, algo compungidos, miraban a su hija, casi sin saber qué decir. Ya hacia buen tiempo le habían contado toda la historia de como llegó a su hogar. Del tamaño tan pequeño que tenía, y de las condiciones tan misteriosas y extrañas, como la hallaron una tarde lluviosa bajo el portal. Asumieron que era del país de los enanos, por su tamaño, pero hasta ahora no podían entender cuál era la razón y el motivo, para que se desarrolle de manera \"normal\" como una gigante mas.
Su padre aceptó que, cuando ella era aún muy pequeña, también tuvo mucha curiosidad, y armándose de valor con un muy buen amigo suyo, marcharon hasta los límites del país de los enanos. Y no pudieron pasar. No entendían la razón para esto. Solamente que llegaron hasta el borde externo de un bosque esplendoroso, donde a lo lejos de divisaban algunas cabañas desperdigadas, y muchos colores, y mucho ruido, pero por alguna extraña razón, no pudieron avanzar en dirección hacia esas tierras ni un paso más.
La pequeña (que ya no estaba pequeña, por cierto) se mostró algo contrariada ante esta afirmación.
— Debe haber algún tipo de entrada por algún lugar —Inquirió algo ofuscada—, siempre hay un lugar por donde se pueda entrar.
— Hmm, solamente nosotros no podíamos pasar —dijo el papá—, vimos que las aves podían libremente pasar, y en el río cercano, algunos peces iban y venían sin ninguna dificultad. Creo que era algún tipo de magia especial.
—Igual, quiero conocer ese lugar —volvio a hablar nuestra heroína—, quisiera verlo con mis propios ojos. Me llevas? Di que si, por favor, papito...
No hay que ser un genio para imaginar la cara del papá ante tal pedido de su querida hija, y por supuesto que aceptó. (Aquí entre nos les diré que casi nuca le negaba nada, incluso a veces en contra de la voluntad de la madre, que era mas estricta. Por alguna razón, que no entiendo, las mamás suelen ser más estrictas con sus hijas que los papás en este país de los gigantes)
Entonces, un buen día, habiendo hecho los preparativos correspondientes, se fueron con un grupo de acompañantes el papá y la pequeña gigante en dirección del país de los enanos. No tardaron mucho para llegar al límite (los pasos de los gigantes, también son gigantes), y se detuvieron en el mismo borde que delimitaba a este intrigante territorio. Y, como ya lo había dicho el papá gigante, no pudieron pasar, salvo... nuestra querida heroína, quien, pudo atravesar la mágica barrera sin contratiempos, pero, al estar ya adentro, se fue reduciendo de tamaño paulatinamente (incluso su ropa, así funciona la magia), hasta tomar las dimensiones de un enano \"normal\".
Los padres y acompañantes estaban estupefactos y asombrados, y nuestra heroína también. Salió corriendo en dirección a ellos para darles un gran abrazo, pero, al salir, nuevamente tomó su tamaño \"normal\" (de gigante) y, por la fuerza del salto, tumbó a todos los acompañantes al suelo al intentar echarse volando en sus brazos.
Todos rieron aliviados. Esa magia era reversible. Entonces nuestra amiga decidió ir sola, haciendo la promesa que volvería antes que se ponga el sol, y que la esperen pues no tardaría demasiado. Y que solamente haría un paseo corto por el lugar, y que no se preocupen por ella, pues ya estaba lo suficientemente grande para cuidarse, y todo lo demás...
De mala gana aceptaron los padres, sobre todo la mamá, que no podía dejar de suspirar y darle muchas pero muchas recomendaciones a nuestra heroína. Y que mejor sería que no vaya, pues era un lugar desconocido, y todas esas recomendaciones que suelen dar las mamás.
Estaban todos enfrascados en esta discusión de tal manera, que no se dieron cuenta que, frente suyo, había aparecido un pequeño grupo de enanas y enanos, que los observaban con curiosidad y sonriendo... Algunos reían muy divertidos, viendo los gestos tan \"aparatosos y torpes\" y oyendo la voz tan estruendosa de los gigantes.
— Hola! Buscan a alguien?! —Gritó a todo pulmón uno de los enanos, pero los gigantes seguían con su acalorada discusión, sin prestarle la más mínima atención. Así que todos los enanos, juntos, gritaron a una sola voz:
— Holaaaa!!!!
Solo recién los gigantes se percataron de la presencia de los enanos, y, con cierto recelo, dirigieron sus miradas hacia ellos. Nuestra heroína, sin mucho titubeo, se acercó ráudamente, y, ante sorpresa de los enanos, que quedaron boquiabiertos, disminuyó su tamaño y se convirtió en una enana más, como ellos.
Fue un momento de silencio que parecía no iba a acabar nunca. Los gigantes miraban con curiosidad, los enanos con la boca abierta, asombrados. Nuestra amiga, estaba sonriendo:
— Hola —dijo muy risueña— creo que yo he nacido acá, pero me criaron mis papás en el país de los gigantes...
— Hermanita!! —Una voz se alzó de entre la pequeña multitud—, hermanita!, hermanita!
Una de las enanas se abalanzó hacia nuestra amiga, y sin darle tiempo de reacción, la abrazó y la besaba en la frente, en las manos, le tocaba los cabellos, riendo y llorando de la emoción:
— Eres una de las perdidas —dijo, con lágrimas en los ojos—, no había muerto, lo sabíamos. Sabíamos que estaban vivas, sabíamos que regresarían a casa, pero... dónde están las otras dos?
Dijo mientras miraba detras de nuestra heroina, que no podía articular palabra alguna de la emoción.
— Otra dos? —Preguntó, casi sin creer lo que oía.
— Pues claro! Ustedes son las trillizas perdidas en la gran inundación. Ni te imaginas lo felices que se pondrán mamá y papá. Sobre todo papá, pues él y nuestros hermanos mayores, salieron a buscarlas, recorrieron muchos lugares, muchos, muchos lugares, pero no las encontraron... Aunque eso ya no importa, ya están de vuelta... Dónde están las demás?
— Estoy solamente yo. No sabía que tenía mas hermanos y hermanas...
— Pues te alegrarás al conocernos, a todos, a todos... Muy contenta repetía una y otra vez la \"hermana\" de nuestra amiga, que casi a rastras condujo a nuestra \"pequeña heroína\" con dirección al interior del bosque, mientras esta, con las manos hacía señales a sus padres, que se quedaron fuera de los límites, que pronto regresaría...
...
Regresó como había prometido, cargando muchos regalos, y acompañada de casi un centenar de enanos y enanas, todos muy alegres, todos muy joviales y habladores. Se despidió de todos y cada uno de ellos con un abrazo y un beso, y alegre se dirigió al encuentro de sus padres que ansiosos esperaban su regreso.
— Y cómo te fue? Conociste a tus padres? —Preguntó el papá, apenas pudo limpiarse las lágrimas y aclarar la garganta (pensó que no volvería a verla nunca más, a veces son así los padres)
— Yo los conozco a ustedes desde que era pequeña. Ustedes son mis padres verdaderos —dijo nuestra heroína besando a sus padres— Hoy conocí a mi \"otra familia\", y a mis padres de sangre, los que me dieron la vida, pero mi verdadera y única familia, son y seguirán siendo ustedes por toda la vida...
Y así, abrazados y felices, regresaron a su casa en el país de los gigantes, mientras ella les iba contando todo lo sucedido, de cómo había sucedido que, cuando apenas tenían días de nacida, ella y sus otras hermanas gemelas, habían sido arrastradas por una gran inundación que tomó de sorpresa a toda la comarca, y causó estragos in imaginables en las casa de los enanos. Los enanos suelen vivir en casas subterráneas, así que ya se imaginarán lo terrible que fue esa inundación (culpa de unos castores nuevos del bosque, que intentaron remodelar una represa vieja...). Su mamá apenas pudo ponerlas en una cesta a cada una, antes de perder el conocimiento. Los enanos rescataron a todos, se ayudaron mutuamente. Pero las tres pequeñas se perdieron. En vano fueron los intentos de sus padres y sus hermanos para encontrarlos. No pudieron dar con su paradero. Y sus papás, por la pena, decidieron ya no tener mas hijos... Bueno, ya tenían 49 hijos, y además a sus 158 años, aún eran jóvenes para ser enanos (los enanos solían vivir mas de 300 años, y tener muchos, muchos hijos)...
También les contó que sus casas crecían hacia abajo, que en la parte superior solo estaba la cocina y el comedor, y todo lo demás se encontraba bajo la tierra, y muchas otras tantas maravillas, que este cuento no acabaría nunca si seguimos refiriéndonos a ellas.
Solamente estaba un poco intrigada nuestra querida amiga sobre el destino de sus otras dos hermanas, sus gemelas, pues no deben olvidar que fueron trillizas, y que las tres se perdieron aquel día...
Así que decidió salir a buscarlas. Pero esa, mis queridos amigos, es ya otra historia.
FIN