No es por el gusto poético que escribo,
que también, ni por indagar en lo mismo
de siempre, son heridas y ahí están.
Ser padre, ser poeta, da igual.
El sueño del hidalgo es la forja, la talla,
dar forma a su caballo, que nota,
que únicamente siente, cuando para y
pasta, en esa quietud en la que llega la poesía.
Mientras intento palabras invento gigantes.
Convierto, vanamente, los números en letras,
no es poesía. El poema es autónomo,
tiene fuerza propia,
la naturaleza de la herida sangra sin propuesta,
dejo en paz al verso, viviéndolo como ajeno,
es la única forma de quererlo, un hijo es,
no me debe nada, tampoco el verso, sólo sé
ser un loco, ni tan siquiera un poeta,
sorprendido entre el misterio y el temor de
seguir viviendo.