Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa
como la hierba a que bajó el rocío,
y desconocerán mi faz gloriosa
las altas cañas cuando baje al río.
Yo te miro mi amor y estás preciosa
cuando tu cuerpo amado es todo mío,
te abrigo con mis brazos si hace frío
y siento tu fragancia deliciosa.
Tengo vergüenza de mi boca triste
de mi voz rota y mis rodillas rudas;
ahora me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda.
Pues no sientas vergüenza, de tu boca
manantial de tus dulces tiernos besos,
si mis labios amor quedaron presos,
si no puedo besarte a mí me aloca.
Ninguna piedra en el camino hallaste
más desnuda de luz de la alborada
que esta mujer a la que levantaste,
porque oíste su canto, la mirada.
Yo barreré las piedras del camino
y prenderé de amor tu madrugada,
hallaré el milagro de tu mirada,
cuando tu me permitas ser tu sino.
Yo callaré para que no conozcan
mi dicha los que pasan por el llano,
en el fulgor que da a mi frente tosca
y en la tremolación que hay en mi mano....
Si escuchas tú la voz que a ti te llama
desde el lejano valle o la colina,
yo nombraré tu nombre ¡Ay Josefina!
pues el amor te llama y te reclama.
Es noche y baja a la hierba el rocío;
mírame largo y habla con ternura,
¡que ya mañana al descender al río
la que besaste llevará hermosura!.
La magia de la noche...¡Ay clara luna!
alejará de tu alma la amargura,
y gozarás de amor y de ternura,
serás mujer, dichosa, cual ninguna...
©GABRIELA MISTRAL
Y
©ROBERTO SANTAMARÍA)
Código de registro: 1703181177866
Fecha de registro: 18-mar-2017 17:27 UTC