Mi idilio con las letras comenzó casi al abrir los ojos
al mundo, por fortuna crecí en un hogar alimentado
con los troncos frondosos que figuraban armazones
a un rimero de libros a cual mejor.
Mis padres atesoraban cultura a raudales, mi curiosidad
por conocer se desbordó al arrullo de las lecturas maternas
hasta convertirse en mar interior con el tiempo.
Pronto destacaría entre los niños de mi edad, a mi pesar
brillaba más de lo conveniente.
Empecé con nueve años mi carrera literaria traduciendo a
Oscar Wilde, fue inevitable la precocidad por el ejemplo
que me permeaba desde la alturas de mis hacedores.
No quiero aburriros con más datos, de sobra me conocéis.
Eso sí, quiero terminar mi semblanza con unos versos:
Mi genio todo abarca
cuento, ensayo
poemas que atrapan, braman
y recrean cantos
ancestrales, cantan
naturalezas, bardos
nórdicos de leyenda casi ignotos
que en mí vivos hallo.
Mi ceguera postrera no fue óbice
para seguir forjando fantasías
Mis cuentos, cuentos de verdoso ónice
trasponen con su brillo celosías.