Un canto gregoriano
se escuchaba en el templo,
los guardianes con sus aceros
cuidando las sagradas puertas,
contemplando al pasajero
evitando al intruso,
saludando al compañero.
Camino en los fragmentos del tiempo,
observando los bailes de las espadas
en el campo rojo de la batalla,
caen muertos, nobles hombres,
caballeros con armaduras fuertes
pero la carne es débil,
de alguna forma muere.
Luchan, gritan, avanzan
en nombre de Dios
todo poderoso,
tratando de recuperar el Reino.
¿Cuál Reino?
En el preludio nocturno
se escuchan los llantos,
lacerantes gritos
expulsados en el santo templo.
Valientes desmoronados
caídos en los infiernos
del real abismo
en el único camino.
Resbalan dolorosas lágrimas
en las mejillas inocentes,
de los hijos sin padre,
las madres dolientes,
se desploman en el frio suelo
arrancando la piel de las rodillas
sangrando como sus (in)fieles caballeros.
Un monje en el frente
anuncia plegarias
consuelos sordos,
silencias eternos,
alabanzas al Dios
de los abatidos.
Misterios de Dios
Rezan las dolorosas,
las madres, las esposas,
las amantes y hermanas,
queriendo acompañar el alma
de los valientes guerreros
con sus cruces rojas en el pecho.
Vuelan sus almas al paraíso
por matar en nombre de Jesús,
del Dios que el Rey les ha prometido.
¿Matar en nombre de Dios es pecado?
¿Morir en nombre de Dios es Gloria?
¿Dios quería la muerte, la tierra y riqueza?
Caballeros templarios,
disfrutando la eternidad en el paraíso
o en las canciones de la historia,
tal vez en los fuegos del infierno…