Te vislumbras y escondes, te tuerces lentamente
a la mirada atónita de mis ojos incrédulos.
No hay refugio en tus lares para mí y mis andares:
te escapas siempre rauda, como el sol, como el viento.
Infatigable mi alma te busca en la penumbra
bajo el amparo ciego de una luz formidable,
mas te escabulles siempre dejándome perdido
y dejándome seco, como si hubieras muerto.
Tarde o temprano habrás de caer en mis redes
de celoso guardián y de leal centinela.
Huye, huye si puedes lejos, lejos de mí
que habré llegado a la expectante meta
antes que tú y tus varias, miles de oscilaciones.
He visto luz allá donde se oyen canciones,
y no podrá tu angustia, la muerte o el infierno
aplacar este fuego que quema y me consume.