Ringo Stax

A VECES

A veces, como muñecos de trapo

aprendiendo el silabario, tropezamos

y, en ese traspiés, nos sentimos niños

al borde de la fatiga de la tarde

cuando al día ya no le cabe la esperanza.

Y, entonces, nos acuclillamos para urdir

a solas esos tibios recuerdos,

recién nacidos en vísperas de gloria,

para suspirar con cada verso que amanece

fondeado en esos sueños sin puerto

que en nuestro delirio no atrapamos.

Trazamos el amor entre las líneas 

de las manos, en el desnudo pudor

que, con cada trémulo gesto, nos invade,

en la ternura que, aún bisoña, aprende

en la caricia el camino hacia la piel.

Nos atamos a distancias sin sentido,

esperamos, sin dudar, a que el viento

separe las aguas, y navegamos

entre estelas de islas errantes

para escucharnos creando universos

allí donde el rumor de las aguas

deja nuestros cuerpos del barro desnudos.

 

 

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