I
Si es verdad que Dios somete
incluso al albedrío de su obra
¿Por qué muerde aquella cobra
a nuestros corazones, indiferente?
Si en el tiempo transcurrimos libremente
sobre el triángulo lineal, hacia la muerte,
un amante sólo nos habrá besado la frente
y tu recuerdo de mi mente resbalado, débilmente
hacia mis manos.
¿Por qué debo conformarme con la sutil forma
de aquellos objetos perdidos y presentes?
No hay placer entre esta invencible norma.
Ni tu amor vive entre tantas muertes.
II
Si es verdad que el hombre vive
heredando el tiempo de su padre
no hubo, ni habrá ser quien labre
aquella áurea oliva como Orive.
Si en tu alma vieja camino fugazmente
y aquella alarma de azar no se detiene
el brillante resplandor de esta fuente
cegará y será inane, caerá vagamente
hacia tus llantos.
¿Por qué debo conformarme con la pura sombra?
Ya me abandona lento aquel recuerdo y aquel olvido.
Sigue la picadura latente de la tan humana cobra.
Sigue su veneno fluyendo con cada tiempo y latido.