Las estrellas se reflejan en tu dulce mirada,
dispersas como las aguas del río Estigia.
Fundiéndote en un beso eterno con la vida,
alzando la corona de la vida eterna.
Muere una vez más en mis brazos,
avivemos nuestras tenues y débiles llamas
antes de ser consumidas y fundirnos
en la noche eterna y silenciosa.
Gocemos por tanto de nuestra dulce juventud,
subamos a los cielos, seamos uno con la tierra.
No temamos al pecado o al futuro inexistente:
la muerte avanza rápida sin perdonar a nadie.
Bendito nuestro amor puro y sincero,
nuestra carne aún pecaminosa y joven,
que entregada a su inocente destino
exalta una vida de amor y placeres.