Alberto Escobar

Fuerte marejada

 

¡Nubes que ocultan lo que realmente importa!
Poner proa a lo desconocido es fascinante al ojo.
Escamotear la carta ganadora delante de mi vista.
Las malas hierbas se hacen buenas por la frecuencia.
La miseria emite podredumbre según fuerzas centrípetas.
Añorar aquel que tiene el alma sin esquinas, aquel que
sabe que entre su frente y su colodrillo le cabe un universo
de cielos y espinas.
Devorado por los perros de la indiferencia.
Indiferencia de los perros que son devorados.
Apreciar al que no se deja seducir por la desgana,
por la desgana del que seduce al que debe despreciar.
Ungir al que se cree santo de su devoción, uncir los bueyes
al carro de la ignorancia, ignorancia que se sube al carro de
todo mortal que muge como bueyes del desatino.
Deslumbrar con abalorios que no son propios, sino robados.
Robar los propios deslumbres para que el sol no pase factura.
Recogerse en la ontología del acaso, porque es el único hogar
en el que estaremos como en casa... sin nos dejan...
Imbuir de optimismo a aquel que encontramos en la calle
al socaire del cilindro de luna que le ilumina su cara.
Alimentar con gotas de rocío las elipsis que construye la noche,
la noche que deconstruye los espacios que deja el desánimo
en la cara del arrojado aventurero.

Llego a la casilla 63 del juego de la oca y me topo de frente  con la reina
de los ánades llevando una corona de rosas entre         las manos....