Misterio el que me viene ahora,
resulta que no basta aislarse
para poder dejar de molestar
y empezar a estar de contínuo
con el imbécil de siempre
Como si no fuera suficiente
con la suerte de gusano
y el temor de ser un lunar
inmerso en la uniformidad
de todo el que me odia
Necedad interna la mía
de convivir en el fracaso
con la música de festín
mientras la luz se orienta
en dirección del atardecer
En mi misma inocua huída
acabo siempre por enfrentar
la implacable e impostora tradición
del pueblo que me condena
a vivir inmerso en él
Castigo de un castigo
parece interiorizárseme
al ritmo de una taladrante voluntad
que con un espejo como señuelo
me atrae hacia sí.