Un crespón de sombras,
envés de colores descreídos,
prendido en el pecho
cual inmortal dolor.
Corona de alambre de espino
que, en la monótona lentitud de los días,
se adueña de los sentidos.
Un bajamar que pone
al descubierto sus miserias,
una bandada de pájaros perdidos
tras las huellas de un viento
labradas en las piedras del camino,
unas aguas que empecinadas buscan
la corriente que las lleve al mar de su destino,
una corriente que busca el corazón del río.
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