LAS ANDANZAS DE GASTON
Amaneció de mañana
Como todos los domingos,
Y Gastón dando un respingo,
Se levantó de la cama
Soñando y gritando: “Bingo !!!”.
Luego, ya más despejado,
Y aliviado en el retrete,
Se encontró con aquel brete.
Y es que se había acabado
El papel para el ojete.
Y, echando mano al bolsillo,
No lo pensó ni un momento,
Haciendo un breve recuento
Del dinero, el muy membrillo,
Pensó que era buen invento,
Limpiarse con un billete
Y, cogiendo uno de veinte,
Y, de forma conveniente,
Terminó con aquel flete
Con solución ocurrente.
Y, aunque no era muy de baños,
Y más de desodorante,
Como daba mucho cante,
Se hizo con agua un apaño
Por detrás y por delante.
Y sin más, salió a la calle
A visitar a su hermana,
Que ya era muy anciana,
En San Salvador del Valle,
Una población cercana
Como, sin salir de casa,
Con aquel trance molesto
Mermase su presupuesto,
Decidió hacer tabla rasa
Y, marchó, muy predispuesto,
Andando por un camino
Que discurría entre huertas
Y llevaba hasta las puertas
De aquel antiguo molino
Donde habitaba “La Berta”.
Y a la mitad del camino,
Y tras parar en la fuente,
Lavarse manos y frente
Y echar un trago de vino,
Como pasa habitualmente,
Tuvo ganas de orinar,
Y, metido en una estrada,
Se puso a echar la meada.
Pero, antes de acabar,
Escuchó que se acercaban,
Entre risas, dos amigas,
Por el sendero hacia él,
Y se tuvo que meter
Arrimado a unas ortigas
Para poderse esconder.
Nervioso como una moto,
Y cortito de visión,
No calculó el arrimón
Y acabó con el escroto
Como un pimiento morrón.
Y para colmo del día,
Las señoras le encontraron
A aquella cosa agarrado,
Pues guardarlo no podía,
Y, entre gritos desgarrados,
Salieron de allí corriendo
Dejando al pobre Gastón
Hundido en la confusión,
Y los picores sufriendo
De aquella gran quemazón.
Y viendo cerca un arroyo
Pensó nuestro buen Gastón,
En darle un buen remojón
A su tremendo pimpollo
Y calmar su desazón.
Y sin pensar se metió
En el arroyo a mojarse,
Mas, después de resbalarse,
En medio el río cayó
A punto de escalabrarse.
Salió de allí como pudo,
Llegó, por fin, al molino
Y tras un trago de vino
Y comer una manzana,
Le contó su desatino
A la buena de su hermana
Que, viéndole tan maltrecho,
Le recostó en una cama,
Y, al menos una semana,
Rememorando los hechos,
Estuvo entre risa y risa,
Y dicen que las vecinas,
Cuando acudían a Misa,
Al verla con la sonrisa,
Decían en las esquinas
Que se había vuelto loca
De tanto como reía.
Y nació, desde aquel día,
Y corrió de boca en boca,
El cuento que narraría
Las andanzas de Gastón
Que, en boca de las vecinas,
En sátiro se volvió
Y la leyenda corrió
Como el agua cristalina.
Decía que ese hombre malo,
Cuando atacó a las amigas
Tenía un tremendo falo
Rojo y grande como un palo
Y con pinchos cual ortigas.
Y, el mismo día Gastón,
Aprendió que algunos días,
A alguno más le valdría,
Quedarse de dormilón,
Arrimarse una sangría
Y ver la televisión,
Pues, a juzgar por los hechos,
Después de acabar maltrecho
Y con tremenda hinchazón
Ya nunca meó derecho.
Mayo de 2016
Jose Cruz Sainz Alvarez