A la poesía...
Maravillosamente flota en el aire mi poesía, azul, suave o bravía, encumbrada como los montes de Costa Rica que se pierden en el cielo, se los traga la neblina, se elevan victoriosos huyendo del éxito humano que sólo ha de robarle su espacio y sobre este espacio y el que se pierde, va creándose mi poesía.
Camina sigilosa escapando de la métrica y la rima, buscando la redondez de la idea para no morir en una esquina.
Humilde mi poesía sabe que es sólo el asomarse de un sentimiento, que estas palabras le mezquinan el derramarse toda, busca fluir en los significados como torrente en una prosa, escapa de la modernidad de su concepto, lucha por ser eternamente una pasión.
Que noble mi poesía que antes de todo ya existía, trémula, sencilla, divagando en el ser, en una pregunta, en nuestra nada y nuestro todo como un gesto del arte, profunda en la esencia de las cosas, gravitando en las ideas, susurrando en el aire.
En el beso se movía, se encerraba en las sonrisas, se vertía en el llanto, se formaba y se desdibujaba en los paisajes, le abría caminos a la vida y se enamoraba de la muerte con sólo nombrarla.
Tan sensual mi poesía conoce cada forma, se encarna en la belleza de los cuerpos, vive en la fealdad del mundo como una substancia elemental.
¡Omnisciente! en ella caen los grillos, las sillas, los hombres, el cosmos total, hacia ella van los caminos, los crepúsculos, las rosas, en ella nace el tiempo y lo amamanta la soledad, en ella se deshacen mis manos dando aire a lo que soy, ella sabe que no soy nadie.
Nutrió el principio de la melancolía y hurgó la profundidad de la tristeza, clareó las turbias miradas del mundo, fue el consuelo de los amantes, el motivo de un suicidio aquella estrofa desgarradora.
Grande mi poesía llegó al cielo y se robó la luz, se bebió los riachuelos de la tierra y embarazó así de colores, aunque sólo escriba en blanco y negro para mí, aunque me pinte las tardes de gris, fecunda la poesía ésta mi tierra desolada.