Invadiste mi vida lentamente,
conquistándome el alma con destreza;
tu invasión, adornada de fineza,
atrapada la tiene fuertemente.
Como esclavo obedezco ciegamente,
pues tu amor ha vencido mi entereza;
y con dulce y gentil delicadeza
me encadena a tu estampa tan ardiente.
Con tus labios repletos de ambrosía
encarcelas fogosa el pensamiento;
y jamás escaparme intentaría
de tan plácido y célico tormento;
porque tiene tu encanto la armonía
con la cual se me olvida sufrimiento.
Autor: Aníbal Rodríguez.