Me pregunto, por qué razón, he de ver a la Luna ocultarse a solas, Y pedirle al Sol un poco de leve sombra, Si acaso el cielo sostiene el manto tierno, Y el mar es el tálamo de mí sagrada aurora.
Me pregunto, Por qué andar a solas, Si el laberinto de mis pasos no remarca ya las horas, Ni el viento apresurado desdibuja el camino, Donde has dejado huellas, que me llevan a estar contigo.
Me pregunto, Por que ver el rocío sobre mi piel hirsuta, O el sentir el aroma de flor etrusca, Si en el jardín de tus risas brotan las flores, Y en el remanso de tus orillas, me duermen dulces canciones.
Anhelo tu piel delgada, sobre la faz de mi extraviada Alma, Y hasta el tibio rozar, de tus labios de Amor, trayendo calma; Anhelo el suspiro de tu aliento sobre mi cara, Y el dulce sabor de tus palabras sobre mi cama.
Anhelo el silencio de la mar en calma, Y el rumor de los ríos, buscando la mar salada, Y en aquel suspendido lienzo, Veo a lo lejos, el andar de mi dulce amada, Cantando tiernas canciones, Y sonriéndole al sol, de sus mañanas.
Anhelo ser el dueño, de tus noches y también de tu morada, Aquella en que duermen tus tiernos ruegos, Pidiendo un buen Amor, que despierte a tu lado en las mañanas; Anhelo ser el aroma, de tus cabellos negros y tan nocturnos, Y ser el café en que besas tu blanca taza; Anhelo ser el principio y el fin de tus palabras, Y hasta ser el consuelo, de las penas de tu Alma amada.
Me pregunto, si al ser el Anhelo de mi vida extraviada, Hallaré en tu silencio, la forma de andar entre montañas, Siguiendo tu amable palabra, guiándome, entre la sombra ya opacada, Me pregunto, si estas tan lejos o ya cerca de mí, tú tienes morada, Y no hallo respuesta, de tus palabras y tu canción, enamorada.
El Anhelo que llevo en el Alma, Es abrazar tu piel, y tus sueños de Dulce Amada, Porque la noche ha sido quebrada, con tu sonrisa, que despierta, como sol de las mañanas.
Anhelo, vivir a tu lado, para escuchar tu voz, enamorada, y en mis brazos amablemente, darte mi Amor, y mi morada.