VENCER A LOS FANTASMAS
Cuando los astros se alinean
-dándose las condiciones,
tomando ciertas decisiones,
y endureciendo las voluntades-,
obtenemos frutos, con sus bondades,
recordando aquellas viejas habilidades
que en nuestras memorias habíamos olvidado,
sabiendo que nuestros miedos solamente se fundan
en fantasmas y monstruos que nosotros mismos hemos creado.
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Como todo lo que ocurre de bueno y de malo en la Vida por la que uno transita,
los fantasmas son tan necesarios como cualquier otra cosa que nos nutre o nos debilita;
son las herramientas que nos dan los dioses para descubrirnos a nosotros mismos,
para saber dónde está la cumbre o cuán cerca estamos de un abismo,
o para aprender a calcular cuánto hemos crecido
o cuán bajo hemos caído.
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Cuando decidimos enfrentarlos,
y a pesar de tener ocultas las salidas,
ellos mueren, aunque éstas se encuentren escondidas,
pues llegó el momento que a esos fantasmas debamos eliminarlos,
encontrando esas salidas para poder, a sus despojos, arrojarlos.
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Por esa razón, en vano perdemos tiempos preciosos de la vida
en inútiles estrategias de ataques o defensas rehuidas,
imaginando sucesos que, quizás, nunca ocurrirán
o que algunos hipotéticos problemas se plantearán,
anticipando soluciones o transitando lúgubres senderos
que solo creamos, en fantasiosas conciencias con agujeros.
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Y al final, próximos a un nuevo cambio de un natural estado,
con nuestra mirada retrospectiva por este camino transitado,
nos damos cuenta que en todo el tiempo pasado y transcurrido,
hemos tenido y soportado ciertos sorpresivos hechos acaecidos
y que, algunos, nos asombraron, muchas veces, gratamente,
y en otras, ellos nos lastimaron y dolieron, amargamente,
pero que en ese sabio balance de esa estadística mirada
nos encontramos que en nuestra memoria asombrada
nuestros fantasmas fueron eso: fantasmas imaginados
que se esfumaron en la bruma, por sí solos, del pasado.
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Eduardo Faucheux
23-03-2017