Cuando apareces,
se abre un telón invisible que cuelga de las puertas del cielo,
volando vienes hacia mí y tu sonrisa me regala un arcoiris de plata,
iluminada por todos los astros caminas,
llenándome de relámpagos azules las venas y este corazón acartonado se prende en llamas,
porque tu presencia se desnuda como la luna entre las nubes, diáfana, luminosa y salvaje,
y me despojas de todas mis sombras,
de esas rosas negras que uno a veces cultiva en el alma,
se esparce tu armonía en el rocío que invade el aire,
todo el espacio se empapa de tu dulzura infinita, interminable,
finalmente tomas entre tus manos y sin prevenirme me atraviesas el pecho para terminar de un solo golpe con toda mi calma.