No me interesan las mujeres que se bañan en sales aromáticas
para saber insulsas a la hora del sexo.
Ni rancias como las tortas que adornan las panaderías con sus pechos de cerezas, erguidos.
Y me disgustan apagadas igual que los rincones de los suburbios ajenos a mi barrio.
No me complacen con rubor y maquillaje si solo son muñecas que no gozan el aroma de los cuerpos sudados.
No me placen bulímicas,
anoréxicas de amor
ni con el léxico colgado en la bombacha.
Me enoja la cansina y extraviada
que ronca los orgasmos de la nada.
Y aquella que soborna el sentimiento
con un gemido falso que no alcanza.
¡No quiero dormir con una sombra
ni acariciar una silla en cuatro patas!.
Y me aburre sentirme desprovisto cuando al entregarme
no se incendian las distancias.