Otra vez… En este maldito pozo hondo, repleto de veneno y porquería, la piel se me desgarra, siento un nudo en el estómago, la sensación de la eterna soledad no es consuelo suficiente para esta cadena de innumerables eslabones de desgracia y desamor. El saber que no soy suficiente para nadie, me intoxica, me llena de ira y odio hacia mi propio ser podrido, en este maldito pozo hondo.
Quisiera poder tan solo accionar un switch y de esa forma ser capaz de convertirme en un ser insensible, de esa forma, ya nada más me causaría dolor, ya nada más me desanimaría, pero el odio es tan fuerte, es una sensación que golpea mi pecho y mi alma con vehemencia tal, que encoleriza mi corazón.
Grito… Grito, todas las noches grito de dolor en este maldito pozo hondo, repleto de veneno y porquería, recordando su sonrisa, recordando el tono de su voz, su hermoso acento de ciudad, el dulce aroma de su perfume y la imagen de aquel momento en que su piel se vio perlada con tan coqueta congregación de gotas de su sudor. Y es que de las peores torturas, habidas y por haber, sin duda alguna se, que recordar al ser más querido, es la peor.
Maldita sensación repugnante, el saber que nunca más tus labios serán míos… Y es que en este océano de arrepentimientos, rodeado de mi más pura oscuridad, ese paramo desolado y sin vida, a donde tu llevabas luz, más nunca volverás. A ese maldito pozo hondo, repleto de veneno y porquería.
Como dijo el Dr. Fausto, en aquel relato de flokore, si tuviera tantas almas como hay estrellas, todas ellas yo daría a Mefistófeles, pero por volverte a ver… Por volvernos a ver, fuera de las inseguridades, fuera de la miseria que conforma mi persona, fuera de ese huracán de frialdad y cruda verdad que sale de tu boca, fuera de este maldito pozo hondo, repleto de veneno y porquería…
Oh.. Te extraño… En esta eterna soledad.