Me he aferrado tanto a ese amor,
que queriéndola olvidar
me duele más el alma
que queriéndola no amar.
Y cómo dejar de amarla si se adentró
hasta las coyunturas del alma,
absorbiéndome la calma
para no poder dejar de pensarla.
Toda ella está en mi mente,
en los poros de mi carne,
en los versos que yo plasmo.
Mi piel la extraña tanto,
y tanto también mi boca sus besos,
su sonrisa, como también su seriedad.
Cuando la pienso, mi cuerpo tiembla
por querer poseerla,
y aunque muchas veces
la he hecho mía,
sé también que es prohibida,
y yo prohibido para ella.
¿Pero cómo hacerle?
si por más que quiero olvidarla
no consigo el olvido,
y quisiera correr a buscarla.
Impotente estoy ante esta debilidad
de no querer mirarla,
pero el amarla me hace pecar,
y a veces hasta querer renunciar
a mi fe
por no desear dejarla.
Mal es este que me atrapa,
por no poder ser más fuerte y olvidarla.
Como quisiera que el día no terminara,
por qué después de la noche
son de dolor mis madrugadas,
y el nudo en mi garganta me sostengo
por no poder liberar el desahogo,
y por eso me hago,
con mi llanto interno y mi lamento.
Yo sé que sabe que sufro,
y de eso se aprovecha
solo espera ha que yo ceda
para darle de comer del fruto
que tanto desea
y luego diga en su mente
¡que se vaya si desea!
Eso es duro, y lo sé,
pero yo dejo ahí lo malo de mi tormento,
pues sea Dios decidiendo
si me voy al cielo o me voy al infierno.
INCÓGNITO