Mi caballo de palo
se desbocó en mi recuerdo,
sus crines se han despeinado
con la sonrisa del viento.
Ese caballo inquieto
que galopaba con fuerzas
anda pasitrotero,
con las riendas sueltas
porque ahora le estorban,
y arrastra la soga
que el sol le tuesta.
Recorre la pradera,
sube algunas cuestas
y deja huellas frescas
en charcos del invierno.
Él sigue alebrestado
galopando en mis adentros
sin tiempo exacto,
relinchando contento
entre soles y chubascos.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela