No retrocedí
y estas aquí,
lamiéndome la espalda
y respirando lento en el filo de una nube
que no se extingue.
Traigo la ropa de invierno en una mano
y la ropa de verano en la otra,
traigo nieve en la punta del pelo
y das más abrigo que las brasas de una chimenea.
Parece que a caperucita le gusto el lobo
y que los cuentos de hadas cambian de desenlace.
Me siento extranjera en una piel tan acaecida,
pero disfruto del viaje,
traje en la maleta un montón de páginas vacías
y tengo adherida a la piel toda la poesía que existe.
Léeme y déjame leerte,
hasta que el sol aparezca
y las sabanas se empapen de anís.
La eternidad no es lo mío
y sin embargo te me haces tan perpetuo,
que no sé cómo llamarte,
la palabra casualidad se queda corta para describir este milagro.
Dejemos los miedos y lancémonos a este precipicio,
porque aún nos queda tanto por vivir,
que nunca es tarde para suicidarse en el filo de unos labios
extraviados,
detenidos,
taciturnos…
Saca el chiquillo que llevas adentro,
ese lobo que sale con la luna
y que no deberías ocultar jamás,
y expulsémonos en órbita,
que este viaje estratosférico
apenas comienza.