Dejo transcurrir mis noches entre locos que buscan su pasado como quien sostiene un molino de piedra azotado por el viento.
El miedo grita mientras se agota entre los labios, y envejece.
No somos dioses. No somos dioses.
Apenas hombres que dudan al amar, y las preguntas caen como palabras cumpliendo plazos, escondidas en el desencanto de pertenecer a un idioma extraño.
Sé que el deseo contribuye a la muerte:
como abrir un juego de espejos y encontrar la terrible imagen del Maléfico, seduciendo, invitando a escuchar los ruidos de las porcelanas que al bajar a su reino despiden la extraña luz que dejan las manzanas cuando son partidas.
La lluvia amanece y es el aniversario de la última gota que cae.
GuillermoO
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