Soñé que estaba
en un valle hermoso,
lleno de coloridas flores
y aromas maravillosos.
Se respiraba paz,
se vivía en paz,
solo se oía el canto de los pájaros
que alegres volaban.
El cielo era esplendoroso,
con un color que nunca
antes habían visto mis ojos,
un azul indescriptible.
Las nubes expresaban
una belleza inigualable,
era un paisaje inolvidable,
los frutos de los árboles
invitaban a que te deleitaras
con ellos, destilaban
jugosos olores.
Una visión magnífica,
de un futuro que yo espero,
donde todos los hombres
hermanados, vivían en tranquilidad
y regocijo pleno.
No ví líderes ni subordinados,
no había guerras ni armas,
solo la majestuosidad de DIOS
ante mis ojos.
No había enfermedades
y la gente parecía no envejecer,
se sentía la alegría en los ojos,
la tranquilidad en los rostros.
Nadie pensaba en el mañana
ni en las deudas que tenían,
las cosas materiales propias
no existían, todo era
para todos.
Podías correr libremente,
perseguir a algún animalillo
travieso que te invitaba a jugar,
hasta parecía que te sonreían.
El agua del río era tan clara
que podía reflejarse mi rostro,
y JESÚS...ahí te ví, junto a mí,
¡qué imagen tan hermosa
para mi alma!
Tu mano tocó mi hombro
y pronunciaste mi nombre,
podía beber todo lo que quisiera
de ahí y comer todo
cuanto se me antojara.
Ahora que despierto
y escribo mi sueño,
siento un confort enorme,
porque con esa esperanza vivo,
creyendo en tí, JESÚS,
para vivir por siempre.
JESÚS, toma mi mano
y llévame hasta allá,
yo quiero vivir eternamente,
disfrutando tu presencia
y tus enseñanzas.
Si en esta vida
he aprendido a amarte tanto,
quiero seguir amándote
más allá de todo tiempo.
JESÚS, toma mi mano
y abrázame a tu pecho,
que mis penas ya no siento
estando a tu lado.
YOLANDA BARRY.
REEDITADO.