Recordando tu sonrisa llevada por el tiempo,
y los anhelos que perfuman el sádico incienso;
en silencio cautivo, a solas suscito por tu amor
recitando en mi mente una corta oración,
A un santo de devoción que tengo.
Encendiendo una velita de llama roja y ardiente,
se sujeta mi vida, se sujeta mi muerte.
Por tus besos, por tu amor, por tus caricias,
por un milagro yo vengo,
ha rezarle a cada hora, a cada instante,
A un santo de devoción que tengo.
Un florero cálido y frío posee una flor blanca,
ahí habita mi vida, ahí habita mi alma.
Flor que perfuma el altar, aroma que revive tu mágica existencia,
De pensar que no serás mía, ilusionado, yo me aludo,
porque ruego cada noche que tú el corazón a mi me ofrezca.
Mi suerte ha de conspirarse lejos de esta tierra;
mis plegarias serán oídas porque tengo fe, es mi creencia;
anhelo tu amor, deseo tus caricias,
y al mar, al viento, y al cielo, mi ambición yo la sostengo,
porque confío firmemente en un santo de devoción que tengo.