Describir el círculo con el dedo de un
niño, trazar el agujero descrito con los
ojos, mirar al centro después de casi
marearse y, con el miedo de ser
absorbido por el torbellino, cae de
culo el anciano entre el infierno divisado
y tantos recuerdos en que está atrapado.
No acierta a expresar con palabras lo
vivido, está a medio camino entre la
bestia y el bicho, entre la metáfora de
sí y la paradoja del mismo. No sabe lo
que hizo para que le hirieran tanto, su
mujer se fue, sus hijos no le hablan y
sólo cobra sentido un círculo en el que
cae de culo dolido y desatendido como
cuando era pequeño. Es la rabadilla
inflamada la que le habla, es la que le
dice a que ha jugado con desalma,
disfrutaba pisando, cuando no descuidaba,
siente ahora en su piel golpes de su propia
coraza, insecto con las alas arrancadas.