La casa se ha hecho insoportablemente mustia
el mar suelta su lamento, y yo no puedo soportarlo…
Acusan las paredes,
los cuadros viejos,
los libros empolvados
las miradas penetrantes de los gatos...
Delatan con insistente reparo mi súbita partida.
Crujen las paredes, gritan:
¡Oprobio!
¡Injuria!
Suenan en mi cabeza como una condena,
el terrible reniego a causa del olvido.
La nada me estremece, me retuerce lentamente en un gélido abrazo,
y yo no puedo soportarlo…