No sabría discernir entre el dolor de hoy y el de ayer,l
os caminos repletos de sombras
o las rocosas cavernas de mi vias más internas.
Las catacumbas que surcan mis resonantes soledades
se me inclinan,
y regresan como un millar de grillos de lava
las voces de mis conjugaciones,
los adefecios de un verso bien logrado,
las esquinas de veintinueve abriles
que como una legión de leones,
Como una horda de demonios sedientos de alma
retosan sobre mis desgastadas batallas,
esperando tocar sol,
ser purgados sobre una mesa de marfil pulido.
Y ya caminan con vida propia,
ya tocan a la puerta de mi alcoba
reclaman venganza,
Los caidos, los espectros de mis errores.
Ellos mismos,
los buitres de mis restos,
Esos mismos que rasgan entre los putrefactos restos de mis esperanzas,
ahora traen en sus hórridos graznar
el destello de mi luz perdida.