Me encontré de repente en un hermoso paraje
calle con faroles de épocas coloniales
altas viviendas, antiguas, de amplios portales,
con miradores de orlas señoriales.
La calle empedrada, como antes del alquitrán,
los jardines circundando veredas,
con flores hermosas, distintas y una bella catleya;
identidad de familia, enunciando sus nombres.
En forma de caracola la calle, la plazoleta…
al centro tenía… como otrora,
una pileta con seis angelitos de bronce
con cántaros blancos llenándola de agua.
Para mí fue, algo paranormal,
niños jugando en la calle, a la bartola…
los hombres adustos, de saco y corbata,
miraban con recelo mi aparición.
Inconscientemente empecé a saludar
levantando la mano con timidez,
seguí mi camino observándolo todo con avidez,
pensé en mis abuelos y su buen pasar.
Absorto miraba moradas y miradores,
algunos con ornamentos churriguerescos;
en abrupto contraste con el nuevo vestir
tops, minis y los zapatos de alto taco. El siglo.
Me he quedado prendado de aquel lugar
y cada domingo regreso después de la misa,
a llenarme de siglos mejores…
sentado en las bancas, como mis antecesores.
Delalma
Jueves, 29 de abril de 2010