La soledad se ha esfumado frente a mis ojos,
se ha ido levemente y silenciosa
sin pronunciar ni una sola palabra,
hemos dejado de tomar café a solas,
sin que ella se diese cuenta que yo la amaba
cada vez que me cubría de su compañía,
y ante su inesperada partida
extraño su indescriptible presencia
después de un tórrido romance
como en un amor de juventud,
pero hoy me acompaña una pluma
y le escribo un poema a la soledad
desesperadamente,
y escucho los perros ladrar a la luna,
mientras me estremece un antagonismo,
un confuso momento donde solo una flor
me ara estallar de tranquilidad,
aquella flor hecha mujer.