En el jardín de los sueños rosados
un jardinero vio una rosa
de suaves y tiernos pétalos perfumados
fresca, lozana, blanca, hermosa.
La rosa brindaba sus finos aromas.
El jardinero con gran emoción veía
la rosa rodeada de lirios y pomas,
amada por cisnes y blancas palomas
era todo un lienzo de luz y fantasía.
Cantaban alondras sus cantos tempranos
cuando el jardinero sin derecho,
cortó la rosa con sus tersas manos
y luego la puso junto a su pecho.
El tiempo pasó. La rosa crecía
y daba al jardinero su sonrisa breve
él la cuidaba de noche y de día
cuidaba la rosa de espuma y de nieve.
La delicada y perfumada rosa era
más blanca y más pura que una perla,
el jardinero en su florida primavera
se creía afortunado por tenerla.
Un día el jardinero sin reproche
aceptó de la flor blanca y lozana
besos perfumados al caer la noche
y caricias de pétalos por la mañana.
Cantaba el jardinero la luz y la vida,
veíasele el rostro satisfecho,
siempre alegre y con la frente erguida
y siempre con la rosa en el pecho.
Pero un día la Rosa ingrata,
sacó las duras espinas que escondía
y como lanza que la ilusión mata
hirió al jardinero con cruel alevosía.
Y así le dijo: Junto a mi pecho
yo te llevaba con tórrida ilusión,
¡Oh Rosa ingrata! ¿Qué me has hecho?
Has herido de muerte mi corazón.
Cuantas veces bajo el laurel,
quité de tus pétalos los abrojos,
yo que te di con mis besos la miel,
llenas de lágrimas mis ojos
Ve como de mi pecho mal herido
fluye ardiente sangre roja
hoy te echo al viento y al olvido
que otro desdichado te recoja...
Cuando dijo el jardinero sus quejas
era ya la hora del rocío
cerró el puño, frunció las cejas
y arrojó la rosa al río.
Y al tirar la rosa, los ruiseñores,
los mirlos, los jazmines y violetas
lamentaron el fin de sus amores
entre gestos, pantomimas y piruetas
Y con honda tristeza se dijeron:
cuantas veces sus pétalos le dieron
en el alma las caricias más divinas,
la rosa creció, lo malo es que crecieron
con ella juntamente las espinas.