Se durmió el poeta.
Y la tierra sacudida por un seísmo de cañones
vio cómo se pudría la sangre
entre su corteza revuelta.
Se durmió el poeta.
Con dos lunas tan abiertas
que el mundo aún contempla en su reflejo
la tristeza.
Nadie supo. Nadie quiso saber
de su vida, de su ausencia.
Más solo que la soledad
más olvidado que una cumbre desierta.
Henchido de ilusiones,
atestado de poemas
con un mal de corazones,
con una angustia que aún se escucha su pena.
Nadie supo cuanto lloró su sentido corazón
en aquellos fríos calabozos,
en aquellas mazmorras heladas
más oscuras que las sombras
más dolorosas que una puñalada.
Con su canto de poeta
con sus alas muy plegadas,
hecha trizas su bandera
con una patria desolada,
se durmió el poeta
un 28 de Marzo
cuando la vida sonriente lo esperaba.
No dejaron que se fuera.
Había que ir a la caza
de aquella estirpe proletaria,
con notorios escarmientos
que la existencia temblara.
Enardecidos de estrategias
les apremiaba crear a aquellas mentes canallas:
nuevos centros de cultura,
nuevas aulas de teatro,
nuevos talleres de pintura,
nuevas salas literarias
en los nichos de los pueblos,
en los cementerios de España.
Se durmió el poeta.
Aquél niño que nadie contemplaba,
aquel zagal a quién abrió los ojos la madrugada,
aquel mozo a quién la libertad lo engañó con ilusorias palabras,
aquel soldado que rozó un porvenir
con sus manos atrapadas,
aquel padre que vio la ilusión en una pira hecha llamas.
Era tanta su nobleza
que no se dio cuenta de que ante él, estaba ese ser calculador
que con su insidiosa prepotencia,
tras una escuadra de fulgentes bayonetas
sin piedad del registro de la vida lo tachó.
Se durmió el poeta.
La madrugada del 28 de marzo de 1942
a esa edad temprana, cuando el cuerpo es todo fortaleza,
cuando apasionadamente más se ama.
¡Todo vigor! Como un árbol frondoso
que en su plenitud va dando los frutos más dulces de la vida
talaron su esplendorosa juventud,
para que no sirviera de acicate
a quienes agachados de forma sumisa
trabajaban sin levantar la cabeza ante el patrón,
no fuera que sus miradas lo ofendieran.
Fue esa, la mano atávica que con avaricia
le robó su lozanía, la frescura que denotaban sus mejillas.
Se durmió el poeta
sobre un manto de amapolas.
Se lo llevó la eterna primavera
de un país donde la prosapia hipócrita
de la raza íbera ¡que tanta es su queja
y tanta su avaricia!,
nunca ha querido entender
el derecho del trabajador a ser persona.
Aquel día los heraldos de la muerte
tiraron de las riendas de los caballos
guiando aquel carro fúnebre que llevaba la mortaja
de un pobre que confió en las gentes.
Cinco doloridas sombras fue el cortejo que lo acompañara.
Solo la caridad de una menesterosa brisa levantina
dejó prestadas en su lápida unas lágrimas de tristeza.
Su vida se extinguió sin un reconocimiento,
pues no hubo gozo que iluminara el sueño de una libertad duradera.
Ahora querido poeta
cuando los años han caído como chaparrones
lavando aquella salvaje afrenta,
indeleble pervive tu memoria
sobre la estructura del edificio cultural
más alto del planeta.
Eres como un soplo de viento que despeja nuestras mentes.
Para nosotros los que te seguimos
eres ese amigo que se ha ido de nuestras vidas,
pero que sigue a nuestro lado
buscando la palabra más enigmática que enardezca
nuestra siguiente poesía.
Eres como esa lágrima que lastimosamente
va rodando por nuestras mejillas,
hasta bañar en lo más recóndito de nuestros corazones
el amor a los seres, a un nuevo día. (J.Marc.)