De la calma.
He bajado del cielo.
He escapado del ruido.
He caminado por las calles del recuerdo, justo ahora,
sobre agua, entre columnas que se elevan.
Tenues ondas viajaban de mi paseo (adiós),
y hojas de otoño caían en espiral como recuerdos,
blandamente.
Y no existe la prisa.
He reído envuelto en el vapor de los platos,
en la calidez de la familia
que la soledad de la abuela solazaba.
Pero he sentido la sombra que repta en las afueras,
ausente, presente,
se asoma en mi consciencia,
avergonzada e iracunda hacia sí misma.
Es la sombra justa y malherida
que ha dejado de escuchar su interior,
que vive en el ruido, en la mentira,
que sin quererlo se ha forjado en la desconfianza
que tuerce la mirada de los hermanos.
Su lejana mirada hiela el vapor de los platos.