Actualmente no siento deseos de demostrar que la cordura es imposible.
Por el contrario, aunque sigo estando no menos tristemente seguro de que en
el pasado la cordura fue un fenómeno muy extraño, estoy convencido de que cabe
alcanzarla y me gustaría verla en acción más a menudo.
En esta comunidad, la economía sería descentralista y al estilo
de Henry George, y la política kropotkiniana y cooperativista.
El cambio realmente revolucionario deberá lograrse, no en el mundo
externo, sino en el interior de los seres humanos.
Los radicales nacionales se salieron con la suya, con las
consecuencias que todos conocemos: bolchevismo, fascismo,
inflación, depresión, Hitler, la Segunda Guerra Mundial, la ruina de
Europa y todos los males imaginables menos el hambre universal.