Tenemos la palabra,
cincel para esculpir nuestras ideas,
pincel para plasmar las utopías,
pero a veces la piedra se resiste,
se emborrona el lienzo,
o se llena de noche la paleta.
Tenemos la palabra,
pero a veces la usamos como espada
o lo que es aún peor, como puñal trapero
y escupimos con lengua envenenada.
Tenemos la palabra,
pero una vez que le damos rienda suelta,
ya deja de ser nuestra y cobra vida
y a veces se revuelve y nos ataca
con la misma furia con que fue engendrada.
Guardemos el silencio
para templar las lanzas aceradas,
para afinar el arpa,
para acallar las iras,
para apreciar la voz de nuestro hermano,
para escuchar el susurro de las almas,
para cocer la razón a fuego lento,
para apreciar el calor de una mirada.