Decirte quiero compañera
que tú, cual rey Midas
convertíste en cristal la arena,
la gota en manantial, la herida
en partida, fuiste piedra
filosofal, por alquimia breve
y repetida, que el amor es
revertir las heridas, curar confundiendo
el dolor, no llegar nunca hasta
el final, ni buscar la salida,
dejarse apresar en el laberinto
efímero y eterno del tiempo
sin horas, de las noches sin día.
De la sed permanente
del hambre insaciable,
del pecado inocente
y del sueño inacabable.