Déjame ser las pupilas de tus ojos negros,
el blanco bastón que te arrastre fuera de esta monotonía.
Déjame contar mal los pasos entre tu cuerpo y mi profundo abismo,
ser el perverso guía que provoque tu caída.
Vuelven a posarse como hojas cayendo en mis recuerdos
aquellas largas noches en que mis labios hablaban pegados a los tuyos,
tan cerca chocaban nuestras palabras
que mi lengua empezaba frases que la tuya terminaban.
Déjame darte un beso que te llene la boca y te explote en el pecho.