Han pasado tantas lunas desde la última vez que te vi, los días parecen meses y las semanas años, y por más que pasa el tiempo, no hago otra cosa si no pensar en tu voz, en tu sonrisa, en tu mirada. Temo por mi propio ser, pues ya no siento nada, ni amor propio, ni amor al prójimo, ni amor por la más diminuta y simple forma viviente que ronda en este cruel y rudo mundo.
Los dioses ya no me observan ni escuchan mis suplicas, los poetas han muerto, los bardos ya no encuentran inspiración… Todo se sumerge en una completa y terrible, aunque hermosa obscuridad…
Suspiro por sentir tu aliento junto a mi otra vez, en este extenso y desolado paramo, repleto de los peligros que genera tu ausencia, encontrando consuelo bajo este hermoso manto luminoso, aun en su perfecta negrura, repleto de tan magnifica congregación de diminutos cadáveres llameantes… Los hombres les llaman estrellas, y algunas pasan ardiendo a gran velocidad, exhalando su último brillo, dejando una hermosa estela plateada.
Así debí haberme visto tras caer, en este mundo hostil, aquel alba, sin esperanzas, sin rumbo, sin destino… Justo como esas fugaces manifestaciones… Pero aquí he de reinar, sin tu amor, sin tu brillo, sin tu calor. En esta sabana helada, cubierta por los más hermosos copos de nieve… Tan hermosos, que seguramente tú, habrías estallado en llanto de felicidad al ver tan hermoso paisaje blanco y puro.
¿Recuerdas mis más profundas expresiones de amor? ¿Recuerdas mis más sinceras palabras? ¿Recuerdas mi inquebrantable lealtad? Aquí, nada de eso existe, ¿Recuerdas la música tan hermosa que solía componer para tus dignos oídos? Aquí, en este mundo, cada melodía es un llanto interminable, un réquiem hermoso de melancolía y sufrimiento.
Ya no siento nada… Los espíritus me hablan, juegan con mis sentimientos y necesidades, algunas veces se presentan ante mí, con un cuerpo semejante al tuyo, pero nadie jamás lograra engañarme, puesto que he saboreado cada fibra de tu ser. Ja, ja, ja… Los miserables encuentran su maldito final con el hermoso y plateado acero de mi espada.
Mi humanidad cada día se desvanece, mis cabellos y mis iris se tornan grises y, mi temperatura corporal alcanza el cero absoluto… No soy nada sin ti, no soy más que un Espíritu de Hielo.
Ruego por el fin de mis días, en esta Tierra, ahora gobernada por mí, el Rey pasivo… Malditos sean los Dioses, pero he llamado a este lugar, Infierno. En el infierno, lucho cada noche eterna por lograr verte otra vez, bajo la sublime Aurora Boreal inextinguible que se manifiesta eternamente en este cielo entristecido.
Te necesito, mi amor, necesito volver a ti, al lugar a donde pertenezco… Pero mis recuerdos, al igual que la vida, cada día se desvanecen, olvidando nuestros momentos juntos. Tras cada lucha, una parte de mi se quiebra en mil diminutos pedazos, arrojándote al miserable vacío del olvido.
Pero no te olvidare, no me rendiré, luchare por ti, ruego en silencio por tenerte otra vez… Aun siendo lo que soy, un Espíritu de Hielo…
Si he de provocar la ira de un Dios, por encontrar tus labios una vez mas, que tiemble el maldito Paraíso, pues mi sublime e impecable cólera no tendrá igual... Los Ángeles caerán... Y los Dioses... !MORIRAN!
Por ti, he de luchar... Como un Espíritu de Hielo.