Yo que sé de la implacable pequeñez del tiempo
relativamente redondo y relativamente infinito
Yo que he visto su huella sobre la arruga y sobre el sexo venido a menos
yo que fui de los árboles a la orilla de los caminos
los que no volverán a beber del agua del río
porque se quedaron sin dientes
porque son
y soy
y somos
-ya mi padre me lo había dicho antes de nacer-
sombras deslizadas sobre los instantes
pequeñas sombras como el dedo meñique de un virus enano
Yo que suelo llorar al recordar aquellos momentos felices de aquella irrepetible infancia mía
Yo que sé de la nada que son nuestros nombres
incrustados en un punto casi inexistente de la existencia
yo te exijo
hoy
ya
que me perdones
porque malgastamos el tiempo
porque mira que malgastamos el tiempo
lo malgastamos, el tiempo, si no nos abrazamos.
DR