Después de la tempestad llega el vacío,
el silencio atronador del desconcierto,
el temblor compulsivo de la angustia,
la mirada perdida del orate,
la tiniebla pringosa de la duda,
la asquerosa caricia de la nada.
Después de la galerna llega el miedo,
esa angustia vital que nos aplasta,
la soledad global de cuerpo y alma,
el vómito infinito de la ausencia
que salpica tu ser y que lo abrasa
con la bilis amarga y corrosiva
que destila su boca desdentada.
Despues de la batalla queda el rastro
de cuerpos destrozados por la pena
de lo que pudo haber sido y nació muerto,
de la esperanza violada y arrojada
a los barrancos de la indiferencia.
Después de tu portazo quedó el eco
sacudiendo mi cuerpo con su maza,
y tus reproches pringando las paredes
con su veneno mortal y nauseabundo.
Y yo me sumergí en un baño helado
y me arranque tus recuerdos a zarpazos.