Hoy presiento tu partida, te imagino pálido y solitario,
con el alma, corazón, vista y cuerpo cansados.
Quizás hoy tus recuerdos del pasado, sean como débiles
ráfagas de viento, que por breves momentos acuden
a tu endeble memoria.
La vida la hiciste a tu manera, labraste tu destino en
la forma que creíste era la mejor para ti.
Pero no fue así, y hoy que han pasado los años
debes pensar que te equivocaste, sé que en estos
tristes momentos te sientes con las manos, y el alma vacía;
abandonado en la más terrible de las cárceles:
¡tu propia conciencia!
Muchas de las cosas que hacemos tienen causa y efecto,
pero esa posibilidad nunca estuvo presente en tu memoria,
cuando en tus años de juventud fuiste indolente y hasta un
poco cruel.
Sé que son muy dolorosas las palabras y es más intenso
el dolor que se siente cuando estas van cargadas de verdad,
cuando ya no hay vuelta atrás, cuando no se puede
retroceder el tiempo y lo que debiste hacer no lo hiciste.
Cuando fuiste capaz de abandonar el barco agujereado
en un mar oscuro y profundo, con sus ocho indefensos
ocupantes a la deriva y que gracias a Dios y a la
excelente Capitana éste pudo llegar a puerto seguro.
No dudo que quizás te equivocaste, pero eso
hoy ya no tiene importancia.
Hoy me duele mucho la cercanía de tu partida,
quizás más que aquella fría mañana de abril
cuando te marchaste, pero esa fue tu elección
y quiero seguir pensando que fuiste feliz a tu manera.
No habrán más cartas, ya no hay más tiempo,
ya todo está dicho, y por mi parte no hay nada
que perdonar, porque hace mucho tiempo que lo hice.
Papá, te quiero, te amo, te extraño, y siempre te
seguiré amando en silencio.
No se te olvide nunca que el que ama siempre perdona.
Buen viaje papá, no te vayas triste, mi amor por ti
será infinito siempre, y aún en la distancia te seguirá
acompañando.
Hasta siempre papá…
María B Núñez