Bífida y seca,
tu lengua aparecía y desparecía en mi boca como parpadeos
yo jugaba a comprender con cada jadeo
el enigma de la primavera de tus labios
pero no me daba para entender aquellos jirones de frases
rotas por palabras ardientes como un verano sin viento
mientras te ahogabas con el peso de mi cuerpo
y al acabar siempre prometía no volver a tocar
aquella piel fría como un invierno, mentía
porque seguí descendiendo todo el año por tu vientre
para saciar mi sed en tu cálido otoño
como un cervatillo sediento en mitad de una sequía.