luego de alzar mis ojos, al horizonte de mi amada,
donde destellaba como estrella su vestido y su mirada,
vi algo más lejano que de lo incierto se acercaba era como
llama de fuego que a mi espíritu golpeaba.
Desperté y era la luz del sol que intensamente me llamaba diciendo:
—Sal fuera ahora de tu profunda morada.
Y salí a buscar a mi amada, la que en sueños visité,
he aquí no estaba, a lo lejos se marchaba.
La despido diciendo:
—Adiós, en mis sueños mas no te veré.
Y ella responde:
—Pues adiós te digo, yo nunca te busqué.
Y prosigo declarando:
Pues ya no me desespero, pues a ti ya no te espero,
se apagó aquel lucero que veía con tanto esmero.
Y alcé mis ojos al horizonte y he aquí que ya no estaba,
se marchó como sombra su vestido y su mirada.
Gabriel Brito