Ana entró cabizbaja en la consulta del Dr. Andicoechea, especialista en Psiquiatría.
Tras saludarse mutuamente, se sentó y sin mirarle, comenzó a hablar.
- Acudo a usted, a instancias de mi médico de cabecera, pues piensa que puedo tener una depresión. Dice que es lo único que justifica esta falta de energía, esta ausencia del más mínimo estímulo vital.
Me ha remitido al endocrino, al cardiólogo, al neurólogo y al gastroenterólogo.
Me han realizado pruebas especiales hormonales, Scáneres de todo tipo, resonancias magnéticas de casi todos los lugares de mi cuerpo, endoscopias... y todo es absolutamente normal. Sólo queda descartar una alteración psíquica.
Pero yo le ruego que me deje hablar. Serán sólo unos minutos. Después, cuando haya escuchado mi historia, podrá hacerme todas las preguntas que crea conveniente, para poderme diagnosticar y curar
MI mal se inició hace unos seis meses
Recuerdo aquella mañana como si fuese hoy´.
Era un día de comienzos de primavera. La luz que el sol irradiaba lo bañaba todo de una tonalidad dorada que casi hacía daño a los ojos. Los árboles estaban repletos de flores .Parecía que el mundo cantase pletórico de vida nueva . Y yo me sentía plena de energía, con gran fuerza y ánimo para solventar los problemas de mi trabajo, estimulada con nuevas ideas para llevar a cabo. En mi cara se dibujaba una sonrisa que reflejaba una alegría que no podía disimular.
Mientras iba de camino a la oficina me encontré con Ramiro, un amigo de mi hermano al que conocía desde niña. Me llamó la atención la tristeza de su mirada, la palidez de sus mejillas, sus andares cansados como si llevase un inmenso peso a los hombros.
Me saludó dándome dos besos y entonces sentí un escalofrío al que no dí importancia, dado que soplaba una suave brisa del norte.
Sin darme tiempo a preguntarle por çómo le iban las cosas, empezó a narrar una lista de desgracias que supuestamente le habían ocurrido a él y a su familia. En realidad se trataban de problemas de salud más o menos comunes o sucesos domésticos sin excesiva trascendencia, pero los contaba de forma dramática y con un dejo de tristeza que parecía se iba a poner a llorar de un momento a otro
Mientras hablaba observé que sus mejillas se iban coloreando, que sus ojos empezaban a brillar, que su cara sonreía y que parecía más alto que unos minutos antes.
Le ví alejarse muy erguido y con pasos seguros , con las manos en los bolsillos como quien va desafiando a la vida.
Noté mucho frío y mis piernas temblaban .
Apenas tenía fuerzas para caminar y la alegría de unos minutos antes se había desvanecido por completo. Ese fue el comienzo de mi calvario
Desde entonces, llevo conmigo una tristeza que me come el alma. Sin energía para sentir ni pensar, con una indiferencia total por las personas y las cosas que me rodean…
Esto es lo que necesitaba relatarle , Doctor….. espero de usted una solución para mi mal.
Entonces , Ana se levantó, se apoyó con las dos manos en la mesa, le miró fijamente
a los ojos y acercándose a su rostro, hasta casi tocarlo le espetó:
- Pero, por favor , Doctor Ramiro, ¡¡ Devuélvame la energía que me robó!!