Raúl Navarro

A Mercedes Torres

Árbol soberbio, florido, agreste,

donde el ave de la esperanza anida,

desgarrar sus ramas no logró la peste,

es el árbol de tu fe, Mercedita querida.

 

A ti, que desde la inmensidad celeste

te llamó Dios, acelerando tu partida,

quiero dedicar con mucho cariño este

soneto que brota de mi alma entristecida.

 

¿Faltaba acaso en su mansión la rosa

que brindara una fragancia diferente,

O en su jardín de luz la mariposa

 

que revolotea junto al cáliz de su fuente,

para dejarnos con el alma dolorosa

y llamarte al cielo así, tan de repente?